Con casi dos años, encontré al cachorro Mau en un cementerio. Estaba tan demacrado que parecía un esqueleto. Estaba deshidratado, fatiga…
Con casi dos años, encontré al cachorro Mau en un cementerio. Estaba tan demacrado que parecía un esqueleto. Estaba deshidratado, fatigado y su respiración débil lo dejó indefenso al costado del camino. Pasaron muchas otras personas, pero nadie se dio cuenta porque supusieron que el niño ya había fallecido.
Cuando Mau llamó mi atención, no pude evitar que las lágrimas asomaran a mis ojos. Sentí pena por su desafortunada circunstancia. Mau y yo salimos corriendo de ese horrible lugar. Debido a las vacaciones, todos los veterinarios estaban cerrados, así que tuve que llevar a Mau a casa. A pesar de mis mejores esfuerzos por alimentar a Mau, él no comía. Simplemente cayó al suelo y parecía derrotado. Mau y yo llegamos al hospital de animales a las 8 de la mañana.
El médico rápidamente lo mandó a hacer una resonancia magnética porque pensó que podría haber un problema en la columna. Me sorprendieron los resultados. Actualmente tenía dos heridas de bala, una en la parte delantera del pecho y otra en el centro de la columna. Sería difícil deshacerse de ellos porque estaban muy arraigados en el cuerpo de Mau. Todos los índices del hígado, los riñones y el sistema digestivo estaban muy bajos y no había signos de infección. Era desagradable e incómodo para quienes tenían que afrontarlo a diario. Poco a poco estaba mejorando mientras el médico intentaba descubrir cómo deshacerse de la bala. Mau, sin embargo, nunca vio un milagro. Su cuerpo había perdido por completo la capacidad de caminar. Aunque fue muy triste, lo más importante era que Mau seguía conmigo. Nuestro chico tranquilo, agradable y sereno fue dado de alta recientemente del hospital. Los médicos tenían miedo de realizar el tratamiento porque pensaban que habría muchos problemas.