Es mi cumpleaños, pero los saludos esperados parecen haberse desvanecido en el silencio.
Es mi cumpleaños, pero algo no va bien. El día que he estado esperando, el que suele traer alegría y celebración, parece inusualmente tranquilo. Los saludos esperados, esos dulces mensajes de amor y buenos deseos, parecen haberse desvanecido en el silencio.
El día empezó como cualquier otro. Me desperté con la emoción habitual, esperando oír el familiar timbre de mi teléfono anunciando mensajes de amigos, familiares o incluso conocidos que se acordaban. Pero a medida que pasan las horas, el silencio se hace más fuerte y mi bandeja de entrada sigue en silencio. La actualizo varias veces, pero nada cambia. Me pregunto: ¿Todos se olvidaron?
Los cumpleaños suelen ser un momento de conexión, un día en el que el mundo te recuerda que eres valioso y que te recuerdan. No se trata de grandes gestos ni de regalos suntuosos, sino de esos pequeños y considerados mensajes que dicen: “Hoy estoy pensando en ti”. Pero hoy, esos mensajes parecen lejanos, casi como si se hubieran disuelto en el ruido de fondo de la vida.
Empiezo a reflexionar. ¿La gente se ha vuelto demasiado ocupada, absorta en sus propias vidas, como para darse cuenta? ¿O es simplemente que la era digital, con toda su comunicación instantánea, nos ha vuelto irónicamente más distantes? Cualquiera sea la razón, la ausencia de saludos deja una sensación de vacío, una sensación que es difícil de sacudirse.
Sin embargo, en medio de la decepción, me doy cuenta de algo importante: este día sigue siendo mío. Independientemente de que los demás lo recuerden o no, yo conozco el camino que he recorrido, los desafíos que he enfrentado y el crecimiento que he experimentado. El silencio puede resultar pesado, pero también ofrece espacio para la autorreflexión, para apreciar los momentos que me formaron en quien soy hoy.
Tal vez los cumpleaños no necesiten ser validados por la cantidad de saludos o mensajes recibidos. Tal vez estén destinados a ser una celebración personal, un día para el amor propio y la gratitud. Si bien no puedo negar el dolor de los deseos olvidados, puedo elegir llenar la tranquilidad con algo más significativo: amabilidad hacia mí misma, un reconocimiento silencioso de la fuerza que me tomó llegar a este año.
Así que hoy, mientras los saludos esperados siguen desvaneciéndose en el silencio, celebraré a mi manera. Me tomaré un momento para reflexionar, respirar y honrar este día, porque sigue siendo mi cumpleaños. Y solo por eso vale la pena celebrarlo.